Borde Agropecuario

Se denomina “borde agropecuario” —o “frontera agrícola”— a la zona de división entre las tierras destinadas a un uso agrícola o ganadero y las tierras cubiertas por remanentes de ecosistemas. Este límite en algunos casos puede estar bien definido, como el que hay entre áreas de pasto y áreas de bosque remanente. En otros casos, la frontera agrícola es más compleja, y representa un mosaico de áreas productivas, áreas en descanso y remanentes de ecosistemas. Ciertas zonas de frontera agrícola en páramos siguen este patrón (López 2004). En cualquier caso, la configuración espacial y las dinámicas temporales de cambio de la frontera agrícola son procesos clave para entender las presiones de los usos antrópicos del suelo sobre los remanentes de ecosistemas y su funcionamiento.

Un aspecto importante de la frontera agrícola es que a lo largo de ella ocurren cambios en las condiciones físicas y biológicas que afectan de forma diferenciada a los ecosistemas, su estructura y funcionamiento. Por ejemplo, especies que necesitan superficies extensas y contiguas de hábitat de buena calidad se verán afectadas por su fragmentación, que está asociada también al incremento de la frontera agrícola. De mantenerse las tendencias de conversión de ecosistemas, se espera que a escala global y continental se incremente la fragmentación, lo que generará remanentes cada vez más pequeños y comprometerá la capacidad de los ecosistemas de mantener la biodiversidad del planeta a largo plazo (Taubert et al. 2018).

Se ha identificado a la expansión agrícola y ganadera como una de las principales causas de deforestación y degradación de la cobertura vegetal natural en varios países del mundo (WWF 2018). Esta tendencia se debe a una serie de procesos sociales, ambientales y políticos que en la última década han crecido de forma significativa debido a la progresiva demanda de alimentos y al fomento de cultivos (tradicionales o nuevos) orientados al mercado internacional (p. ej., el caso de la quinua). En los Andes ecuatorianos, las presiones sobre los ecosistemas naturales tienen una larga historia, asociada a distintos patrones de ocupación del territorio. Por ejemplo, el haber relegado a la población indígena y campesina a cultivar en suelos no aptos para la agricultura, en zonas de altura con elevada pendiente y susceptible a procesos erosivos, ha generado ciclos de avance de la frontera agrícola y degradación de tierras (Brassel, Herrera y Laforge 2008).

En este contexto, la densidad de la frontera agrícola en un área determinada es un indicador del nivel de fragmentación de los ecosistemas remanentes, y de posibles impactos sobre su estructura y funcionamiento. La longitud total de borde agropecuario se encuentra en las parroquias de bosque siempreverde andino, bosque siempreverde de la costa y bosque seco de la costa. En cuanto a la densidad de borde, los mayores valores promedio a nivel parroquial corresponden al bosque seco andino, bosque siempreverde andino y arbustal andino.